jueves, 10 de septiembre de 2009

Escaleta filminuto: Un cuerpo de mujer.

Escaleta filminuto: Un cuerpo de mujer.

Por:
Pompilio Alberto García O.

Basada en el cuento de Rinosuke Akutagwa.

1. Un chino llamado Yang despierta a causa del calor.
2. Bocabajo, mientras fantasea percibe una pulga en el borde de la cama que avanzaba rumbo al
hombro de su mujer, quien dormía desnuda a su lado.
3. Mientras observa la pulga Yang piensa: “Muy tediosa sería mi vida de haber nacido pulga...”
4. Se absorbe tanto en estos pensamientos que su conciencia se hunde en un trance que no era sueño
ni realidad.
5. Cuando se siente despierto ve asombrado que su alma ha penetrado el cuerpo de la pulga que
continuaba avanzando despacio guiada por el olor a sudor.
6. Imagen de una encumbrada montaña con forma casi redondeada que reluce por su belleza.
7. Yang con los ojos abiertos de par en par. (plano detalle). Yang descubre que la montaña es uno de
los senos de su mujer.
8. Yang permanece petrificado y aturdido, ajeno al acre olor a sudor. Reflexiona que no se había dado
cuenta, hasta volverse pulga, de la belleza aparente de su mujer.
9. El narrador concluye: “tampoco se puede limitar un hombre de temperamento artístico a la belleza
aparente de una mujer y contemplarla azorada como lo hizo la pulga”.

VERSIÓN LITERARIA:

UN CUERPO DE MUJER
RYUNOSUKE AKUTAGAWA
Una noche de verano un chino llamado Yang despertó de pronto a causa del insoportable calor.
Tumbado boca abajo, la cabeza entre las manos, se había entregado a hilvanar fogosas fantasías cuando se
percató de que había una pulga avanzando por el borde de la cama. En la penumbra de la habitación la vio
arrastrar su diminuto lomo fulgurando como polvo de plata rumbo al hombro de su mujer que dormía a su
lado. Desnuda, yacía profundamente dormida, y oyó que respiraba dulcemente, la cabeza y el cuerpo
volteados hacia su lado.
Observando el avance indolente de la pulga, Yang reflexionó sobre la realidad de aquellas criaturas.
Una pulga necesita una hora para llegar a un sitio que está a dos o tres pasos nuestros, aparte de que todo
su espacio se reduce a una cama "Muy tediosa sería mi vida de haber nacido pulga..."
Dominado por estos pensamientos, su conciencia se empezó a oscurecer lentamente y sin darse
cuenta, acabó hundiéndose en el profundo abismo de un extraño trance que no era ni sueño ni realidad.
Imperceptiblemente, justo cuando se sintió despierto, vio, asombrado, que su alma había penetrado el cuerpo
de la pulga que durante todo aquel tiempo avanzaba sin prisa por la cama, guiada por un acre olor a sudor.
Aquello, en cambio, no era lo único que lo confundía, pese a ser una situación tan misteriosa que no
conseguía salir de su asombro.
En el camino se alzaba una encumbrada montaña cuya forma más o menos redondeada aparecía
suspendida de su cima como una estalactita, alzándose más allá de la vista y descendiendo hacia la cama
donde se encontraba. La base medio redonda de la montaña, contigua a la cama, tenía el aspecto de una
granada tan encendida que daba la impresión de contener fuego almacenado en su seno. Salvo esta base, el
resto de la armoniosa montaña era blancuzco, compuesto de la masa nívea de una sustancia grasa, tierna y
pulida. La vasta superficie de la montaña bañada en luz despedía un lustre ligeramente ambarino que se
curvaba hacia el cielo como un arco de belleza exquisita, a la par que su ladera oscura refulgía como una
nieve azulada bajo la luz de la luna.
Los ojos abiertos de par en par, Yang fijó la mirada atónita en aquella montaña de inusitada belleza.
Pero cuál no sería su asombro al comprobar que la montaña era uno de los pechos de su mujer. Poniendo a
un lado el amor, el odio y el deseo carnal, Yang contempló aquel pecho enorme que parecía una montaña de
marfil. En el colmo de la admiración permaneció un largo rato petrificado y como aturdido ante aquella imagen
irresistible, ajeno por completo al acre olor a sudor. No se había dado cuenta, hasta volverse una pulga, de la
belleza aparente de su mujer. Tampoco se puede limitar un hombre de temperamento artístico a la belleza
aparente de una mujer y contemplarla azorado como hizo la pulga.

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